Cuando el lenguaje nos traiciona

Los titulares enmarcan el enfoque de las noticias y provocan quejas cuando no se ajustan al texto. No es lo mismo confiscar que gravar con una tasa

El reto del periodismo riguroso es mostrar de la forma más fidedigna posible una realidad siempre compleja y que a menudo aparece distorsionada por la controversia ideológica. En situaciones altamente polarizadas por la pugna política, ofrecer al lector una visión lo más objetiva posible exige un ejercicio de distanciamiento que no siempre somos capaces de hacer. Y quedamos atrapados en el lenguaje. Unas veces porque no utilizamos las palabras adecuadas y acabamos diciendo lo que no queríamos decir; otras, porque, con la elección de determinadas palabras, no mostramos tanto la realidad objetiva como nuestra particular visión de esa realidad.

El periódico se expone cada día en las palabras que elige. Como explica George Lakoff, especialista en lingüística cognitiva, todas las palabras se definen en relación a determinados marcos conceptuales que conforman una manera de ver el mundo. En un diario, las palabras más determinantes se encuentran en el titular. Son las que constituyen el marco de referencia, el encuadre por el que mostramos la realidad. Muchas de las quejas que recibo tienen que ver con problemas de encuadre.

Les expondré algunos ejemplos de los últimos días. Un lector de Granada, Federico M. Maldonado Bolívar, me escribe para quejarse por el muy diferente trato que reciben dos noticias publicadas juntas en la portada de Elpais.com y en la misma página de la edición impresa el pasado día 13. La primera se titulaba Venezuela confiscará el 5% de los beneficios de la banca y en ella se informa sobre la nueva Ley de Instituciones Bancarias, aprobada por el Parlamento venezolano en primera discusión. Lo que da lugar al titular son unas declaraciones de Hugo Chávez por las que, según la autora, Maye Primera, una vez que sea promulgada la ley, cada banco deberá destinar el 5% de su beneficio bruto, antes de impuestos, al "cumplimiento de la responsabilidad social, que financiará proyectos de Consejos Comunales u otras formas de organización social de las previstas en el marco jurídico vigente". Con los beneficios de 2009, la medida reportaría 53,5 millones de euros a las arcas públicas.

La segunda, firmada por Juan Gómez desde Berlín, se titula Merkel eleva la carga fiscal para cubrir el déficit de la Sanidad, y explica que el Gobierno alemán ha aprobado una reforma por la que se incrementa la aportación de los ciudadanos al seguro médico. La misma reforma reduce los ingresos de la industria farmacéutica por la vía de limitar el precio de los medicamentos, una medida con la que el Gobierno alemán espera obtener 2.000 millones de euros, algo que nadie califica de confiscación. El lector de Granada pregunta por qué en un caso se habla de "tasa" y en el otro de "confiscación", y recurre a la ironía para ilustrar la carga semántica que se deriva del muy diferente tratamiento dado a ambas noticias."Presentan una foto de Hugo Chávez con el titular que afirma que Venezuela 'confiscará' el 5% de los beneficios de la banca. En la misma portada se dice que Merkel 'elevará la carga fiscal' en Alemania. Qué fina Merkel, que parece que suba los impuestos con una taza de té en las manos y unas pastitas en la mesa. Muy distinta al grosero Hugo, confiscando sudoroso todo lo que se pone por delante. Con independencia de la opinión que nos merezca un gobernante, no creo que una tasa del 5% sobre los beneficios se pueda considerar confiscatoria". Para este lector, "aunque el Gobierno de Chávez haya realizado políticas confiscatorias (y cosas peores), es injustificable esta composición ideológica de la portada".

Luis Prados de la Escosura, redactor jefe de la sección de Internacional, expone a la Defensora el contexto de pugna política en el que se aprueba la ley y la trayectoria intervencionista del Gobierno de Hugo Chávez, pero con respecto a la queja de Federico M. Maldonado, admite que "el lector tiene razón". La palabra "confiscar" significa "penar con privación de bienes, que son asumidos por el fisco" y es sinónimo de decomisar. Gravar los beneficios es algo que hacen muchos Gobiernos y nadie habla de confiscar. El propio presidente de la Asociación Bancaria de Venezuela, Juan Carlos Escotet, salió al paso de esta interpretación, como pueden ver en su página web, y si están interesados en una visión crítica de la ley, pueden consultar la del economista venezolano César Aristimuño.

Las políticas de Hugo Chávez son controvertidas y el diario las ha criticado en sus editoriales y en numerosos artículos. Pero una cosa es la opinión y otra la información. Esta debe ser rigurosa y ponderada. Hemos de ser muy cuidadosos en la elección de las palabras. No es lo mismo confiscar que gravar con una tasa, como no es lo mismo, en el contexto de una negociación política, buscar un acuerdo que "poner precio", como señaló el lector Antoni Jiménez Massana a propósito de una noticia titulada: CiU y PNV mantienen vivo al Gobierno, pero elevan su precio.

"Si cualquier partido político defiende los intereses de sus electores, cuando negocia, lo hace desde el criterio de lo que ese partido cree justo y susceptible de ser negociado", argumenta. Utilizar la expresión "elevar el precio" introduce "una idea de cierta ilicitud", afirma, que se aplica únicamente a los partidos nacionalistas. Tiene razón. La utilización de esta expresión contribuye, en mi opinión, a crear un marco conceptual adverso a estos partidos, en el que se reduce lo que son legítimas aspiraciones avaladas por los votos a un puro mercado, cuando no chantaje, del que se deriva una idea de ilegitimidad.

Querido papá, voy a aplastar Irak era el titular con el que se presentó la noticia de las memorias de George W. Bush. Juan Sánchez Cuenca, de Madrid, protesta porque ese titular induce a creer que se trata de una frase textual de la carta que el ex presidente envió a su padre con motivo de la invasión de Irak. "Me encanta ver cómo se vitupera a tan execrable presidente de Estados Unidos", escribe el lector, pero "no al precio de ver cómo el diario al que soy fiel por su mayor objetividad cae en la deriva de la prensa mediocre".

Augusto Klappenbach, de Pinto (Madrid), también ha escrito a la Defensora por considerar "falso" el titular El Gobierno reprocha a Marruecos la violencia ejercida en el Sáhara, aparecido en la portada del pasado sábado. La información que abría la sección de Internacional dejaba claro que el Gobierno se había limitado a lamentar lo ocurrido y había eludido expresamente reprochar o condenar la actitud del Gobierno marroquí.

A veces las palabras nos traicionan por descuido. Queremos decir algo y acabamos diciendo algo distinto. Es lo que ocurrió con el reportaje de la sección Vida y Artes del pasado jueves Esta grosería la paga usted. Se explicaba que un colaborador de Telemadrid había hecho comentarios soeces en presencia de niños de varios colegios, entre ellos los de un centro de Marruecos sobre los que hizo también alusiones despectivas. El reportaje calificaba de "burla" esos comentarios, "máxime cuando la mayoría de los estudiantes del Colegio Español de Rabat son cultos y pertenecen a clases acomodadas (entre ellos había hijos de ministros, intelectuales y mandos militares)". Esta frase movió a Miguel Mauricio Iglesias a escribir a la Defensora: "¿Quieren decir que si los estudiantes viniesen de un barrio humilde de Rabat o de Ouarzazate, la descalificación sería menos grave?". Tanto la subdirectora Berna González Harbour como la autora del texto, Joaquina Prades, deploran lo ocurrido y piden disculpas. Este lector, comprensivo donde los haya, señala otras "traiciones" del lenguaje en este mismo texto, que ustedes pueden consultar en la página de la Defensora.

Como han visto, son ejemplos muy variados y muy recientes. Podría componer un artículo como este cada poco tiempo con otros tantos ejemplos, lo que demuestra la importancia que tiene la elección de las palabras. Con ellas no solo hablamos del mundo sino de nosotros mismos. Con las palabras que elegimos demostramos cada día lo objetivos que queremos ser.

Fuente: ElPais